En el saco de mi corazón caben todas las cosas,
desde la ignominia a la ternura,
desde las uvas de mujeres amadas
hasta las corcholatas que me tiran los niños.
Cada hora deposita en mi corazón un objeto distinto,
y cada vez que extraigo de él un recuerdo
sale con sangre.
Yo me multiplico incansablemente.
Estreno manos y bocas todos los días,
cambio de piel, de ojos y de lengua,
y me pingo un alma cada vez que es preciso.
Desde el amanecer hasta la noche
la luz es distinta y se le llama día.
Así me llaman Jaime.
Pero yo duro también en la oscuridad,
más allá del momento impenetrable
en que hago recuento de mis estrellas.
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